Siempre he presumido de ser de los que se fijan en el bajo cuando escuchan música. Tenía una serie de bajistas preferidos, de los que no voy a hablar para evitar compararlos con los que lo son ahora.
Alucinaba cuando un bajista no se limitaba a hacer lo mismo que la guitarra rítmica sólo para darle más fuerza al sonido. La verdad es que durante mucho tiempo me he dedicado a escuchar estilos de música en los que el bajo tiene muy poco protagonismo. Esto no pasa en el jazz y el rock progresivo.
Mi vida cambió cuando escuché por primera vez “Free” de Marcus Miller. Me dejó con la boca abierta. De hecho estuve con la boca abierta más de una semana, con lo que ronco. Se me salía de la boca lo que comía y bebía. Durante toda esa semana intenté imaginar la forma de mover las manos de Marcus Miller cuando toca el bajo, lo que me hacía estar todo el día con la mirada perdida. Me chocaba con las farolas, con la gente, le hablaba a las palomas...
Cuando la recuperé (la mirada) me di cuenta de que había descubierto que el bajo también puede ser un instrumento solista, pero para ello es necesario tocar con mucha maestría, como Marcus Miller.
Al poco tiempo descubrí a Spyro Gyra y su bajista Scott Ambush, a Alex Al, colaborador con Eric Darius en su disco “Just getting started”, a Jonas Reingold, bajista de The Flower Kings, que muestra todo su poderío en el disco de su propia banda Karmakanik.
Y ahora he descubierto a Kirwan Brown.
Es algo realmente increíble. En este disco, que yo sepa el único en solitario, además de demostrar un virtuosismo fuera de toda medida ha sido capaz de crear melodías agradables y canciones entretenidas. Generalmente aparecen dos bajos, uno hace la base rítmica con un sonido duro y seco y otro hace la melodía con un sonido mucho más suave y dulce.
Este disco es de 1996. Por él recibió múltiples premios incluyendo los más prestigiosos, pero desde entoces no ha vuelto a grabar nada en solitario que yo sepa (¡cómo me gustaría equivocarme!).
Su música es relativamente fácil de escuchar, por eso no lo recomiendo sólo a los amantes del instrumento, si no a cualquiera que le gusten los ritmos suaves aderezados con una enorme dosis de virtuosismo técnico. Pero cuidado, que no se entienda aquí que Kirwan Brown es de los que se dedica a tocar mil notas por segundo, no es así, él se luce de otras muchas maneras. Todo un placer descubrirlo.
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