Nadie es indiferente a Rammstein. Dicen por ahí que lo que hacen es rock duro. Mmm... Es una etiqueta un poco pobre para definirlos. ¿Metal? No, creo que tampoco. El sonido de Rammstein es muy, pero que muy potente, pero “metal” también es demasiado simple como etiqueta. Meten mucha electrónica, no hay solos de guitarra ni vacileos instrumentales, el tempo es medio o medio-lento, las melodías (por llamarlas de alguna manera) son una mezcla de death, punk, grunge y no sé qué más.
Pero lo que hace realmente difícil etiquetar a esta banda es su voz principal, Till Lindemann. Inclasificable.
Nadie, repito, nadie canta como él. Su voz es tan grave que roza la parte inaudible del espectro de frecuencias. Lindemann no tiene cuerdas vocales, tiene dos columnas de acero de un metro de grosor en su laringe capaces de hacer añicos cualquier membrana de altavoz con su vibración si te pasas con el volumen. Dime exagerao. Y acertarás. Lindemann es la particularidad que hace exitoso a este grupo. No es sólo su voz, es su energía y su pasión y sobretodo el no renunciar a su idioma, que le viene como anillo al dedo. Gracias amigo, por cantar en alemán. El alemán tiene un poderío sonoro como ninguna otra lengua, y conjugado con la voz y la manera de cantar de Till Lindemann produce un efecto demoledor. Rammstein si te gusta te gusta y si no no (filosofía pura), pero como mínimo tienes que conocerlos para saber cómo es su sonido, es poco menos que obligatorio.
Hay un par de canciones de Rammstein que me gustaría destacar, no porque sean las mejores sino por lo curiosas. “Moskau”, cantada a dúo con Viktoria Fersh, y “Te quiero puta”. Si no has escuchado esta última búscala por ahí y no te la pierdas, no tiene desperdicio escuchar a Lindemann cantando en español con su acento y diciendo lindeces tales como el mismo título.
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