La mocosa flacucha se ha tranquilizado bastante con su nuevo disco. Lo he escuchado bastantes veces pero no acaba de engancharme, no tiene ese punch de los anteriores. El ritmo es mucho más lento y el sonido más suave, pero eso no tiene por qué ser determinante. Al disco le falta algo, las melodías resultan demasiado familiares y previsibles, pero puede ser que ese algo sea que estoy juzgando su disco por primera vez desde un punto de vista estrictamente musical. El tiempo pasa y la pasión decrece.
Por el tono general del disco da la sensación de que la mocosa gritona se está haciendo adulta. “!Qué adulta soy!” –dirá ella-, “Es que soy superadulta oyes”. Pero la verdad es que sus canciones recuerdan demasiado al Disney Channel.
La música de la flacucha gritona apareció en mi vida en un momento clave, era justo lo que necesitaba, y mi cada vez más inexplicable pasión por ella alcanzó límites nunca vistos. Como ya dije una vez, su música traspasó las fronteras del conocimiento y me llegó directamente al corazón. Con el tiempo esa inercia se ha desvanecido, no diré por completo, pero casi; y para mantener mi atención ya no basta con cualquier cosa. Ahora lo que necesito no es pasión, al menos no de ese tipo, lo que necesito es música.
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