Esto viene de aquí.Llegó el momento de empezar a hablar del disco de Karmakanic “Who’s the boss in the factory” (¿Andestal jefe, neng?), el mejor disco del siglo.
Lo haremos por partes, porque esto va a ser largo. Y, aviso, un poco plasta.
Karmakanic es un grupo sueco (¿qué te dije de los músicos suecos?) de rock progresivo. El jefe, the boss, es el bajista Jonas Reingold. Éste trabaja en varios proyectos paralelos como The Tangent o The Flowers Kings. De los dos grupos he escuchado algo pero no me ha gustado lo suficiente.
Se dedica al rock progresivo.
¿Que qué es el rock progresivo?
Ya estamos con lo de los estilos.
Pues bien, que yo sepa, el rock progresivo es un tipo de música que tiene las siguientes cualidades:
1. La estructura de las canciones es compleja, no se limita a la típica estructura de una canción de rock o de pop como puede ser estrofa/estrofa/estribillo/estrofa/estribillo/punteo/estribillo/estribillo, por ejemplo.
2. Los compases no tienen por qué ser el típico 4x4, puede haber compases muy complejos de 5, 7, 9, o incluso 13 tiempos, y durante una canción el tipo de compás puede variar tantas veces como le dé la gana al compositor. Recalco lo de compositor, porque para hacer música así hay que ser músico de verdad, esto no es para aficionados.
El progresivo está de moda en ciertos círculos, por lo que meter en las canciones algún compás raro puede resultar muy efectivo para sumarse a la onda. Pero, según lo que he podido escuchar, hay grupos que lo fuerzan, es decir, componen en 4x4 como todo el mundo y después le quitan el último tiempo a uno de cada dos compases con el resultado final de un bonito compás de 7 tiempos. Si se hace así la música parece artificial, da la sensación de que le falte algo, es incompleta, no es divertido seguir el ritmo marcándolo con chasqueos de dedos. Karmakanik, o Yes, los reyes indiscutibles del género, componen en ese tipo de compases directamente, sin traducir, y el resultado es una música fluida, sin cortes.
¡Ojo! No quiero dármelas de listillo, lo que escribo aquí sólo son deducciones personales de un pagano, cualquiera que sepa algo de música puede corregir lo que quiera, estoy deseoso de aprender.
Sigo.
Un compás de 7 tiempos, si está bien hecho, le da a la música un aire frenético, de inmediatez, de imprevisibilidad, de que en cualquier momento puede pasar cualquier cosa. Pero eso no quiere decir que el tempo de la canción tenga que ser necesariamente alto, basta con comparar el ritmo de las dos primeras canciones de “Who’s the boss in the factory”. Al principio cuesta cogerlo pero cuando se consigue, el seguir el ritmo de una canción así es de lo más divertido que hay, no es un simple acto mecánico como el que baila en una discoteca, es como si... a ver... como si fueses acertando a cada momento el instante exacto en el que el batería va a tocar el bombo o la caja.
tu PA tu PA tu PA tu tu PA tu PA tu PA tu tu PA tu PA tu PA... siendo “tu” el bombo y “PA” la caja.
Vaya manera más estúpida de explicar lo que es un compás de 7 tiempos.
En fin.
Y 3. Una buena canción de rock progresivo tiene que tener una minutada considerable. Los temas de 3 ó 4 minutos no se estilan demasiado. En el disco de Karmakanik hay 6 canciones, de 19, 13, 10, 6, y 5 minutos, y un solo de piano de 2 minutos.
Aquí vuelvo a lo de antes. Una canción de 20 minutos es una obra completa, con una introducción, un desarrollo y un desenlace. Hay grupos que fuerzan la duración de las canciones añadiendo trozos que no vienen a cuento, solos interminables o repitiendo mil veces algo. Con eso sólo se consigue que la música sea tediosa y que estés deseando que se acabe de una vez esa maldita canción.
Con Karmakanic no pasa eso. La pieza de 19 minutos, “Send a message from the heart”, es una auténtica obra maestra. Pasa por diferentes tipos de ambiente, utiliza compases distintos, los músicos se lucen sin excesivos virtuosismos, las partes están muy bien enlazadas y no se explayan en desarrollos instrumentales larguísimos. Y lo más increíble es que cuando acaba piensas: ¿Ya está, ya se ha acabado? Repito, dura 19 minutos y medio.
Lo mismo podría decir de “The Gates of Delirium”, canción de Yes de sugerente título de 22 minutos que es la más perfecta obra de arte que se ha hecho jamás, y de la que aún hoy en día no he tenido cojones a adivinar qué clase de compases utilizan. ¿Demasiada complejidad? Puede ser, pero a mí me gusta.
Para hacer rock progresivo del bueno es imprescindible ser un gran músico. No sólo ser un virtuoso del instrumento. Lo realmente difícil es crear obras como las de este disco y tocarlas con plena sincronización.
El disco tiene 6 piezas, de las cuales las 3 primeras son obras maestras.
¡Ojo! Esto no es retórica, aquí no exagero ni un ápice.
Las 3 son muy diferentes. Me resulta imposible decidir cuál me gusta más, simplemente la que más me gusta es la que estoy escuchando en ese momento.
¡Qué discazo, Dios mío! Esto es para disfrutar de verdad, para cerrar los ojos y apretar los puños mientras se escucha.
¡Qué músicos!
¡Qué sonido!
¡Qué todo!
Hay un estúpido probervio chino que dice: “Ya no se hace música como la de antes”.
Mentira.
“Who’s the boss in the factory” es de un estilo de música que se hizo principalmente en los 70. De hecho, la influencia de Yes es evidente, lo que, por cierto, me satisface mucho. Pero eso no quiere decir que hoy en día no se haga música así. Existen grupos como Kaipa (Suecia, siempre Suecia), Unitopia (Australia), Pallas (Escocia), o, en una onda diferente, Dream Theater (USA), los geniales Dream Theater, o Ayreon (Holanda), que hacen progresivo en todos los rincones del planeta.
Hay otro proverbio chino mucho más acertado que dice: “Hoy en día se hace música buenísima en todos los estilos posibles”.
La manera de disfrutar al 100 por 100 de las canciones de este disco es un poco exigente. No es música para escuchar de fondo, ni en un garito mientras charlas. Para aprovechar en pleno toda su calidad se ha de prestar la máxima atención posible, si se puede con los ojos cerrados y siguiendo o intentando seguir el ritmo de alguna manera.
Al principio cuesta, es difícil de escuchar. Se ha de pasar el disco un buen número de veces para empezar a disfrutarlo a tope. Cada vez que se escucha es mejor que la anterior, cada vez. A partir de cierto número de escuchas el vello se empieza a erizar y expresiones como “Buahhh”, “Qué pasada” o “No veas qué flipe” se suceden una tras otra casi sin interrupción. Al menos en los 3 primeros temas.
Aquí tengo que hacer un apunte.
Al principio lo intuí tan bueno que decidí compararlo con “The Yes Album”.
Efectivamente, es un disco de Yes.
Concretamente el tercero, de 1971, un año antes que “Made in Japan” de Deep Purple.
Por bueno que sea cualquier disco no hay comparación posible. Creo que puedo decir que “The Yes Album” es para mí el mejor disco de La Historia, y comparar cualquier otro con él es ridículo. Mira si es bueno que durante mucho tiempo di por supuesto que era una recopilación de lo mejor del grupo en 8 ó 10 años. Cuando descubrí que no era así me quedé de piedra.
Entonces pensé: Este disco de Karmakanic no es tan bueno.
Error.
Con esa premisa tan prejuiciosa (¿esta palabra existe?) te pierdes en la melancolía y el aburrimiento, y te niegas muchos placeres. Y es cuando, sin darte ni cuenta, el 90% de las ideas que salen de tu cabeza van precedidas de la horrenda coletilla “En mis tiempos...”
Cuando salió “The Yes Album” al mercado yo tenía 3 años. Y ya eran mis tiempos.
“Who’s the boss in the factory” salió el año pasado. Y éstos también son mis tiempos. Al fin y al cabo estoy vivo, que no es poco.
Como me ha gustado esto.
Bueno, de momento creo que ya es suficiente, no quiero hacerme pesado.
¿Cómo dice? ¿Que desde hace rato esto no hay quien lo aguante?
Lo avisé.
Bueno, aquí acaba esta entrada, pero habrá más. Mi intención es hacer un estudio exhaustivo de la primera y la tercera canción, o sea, ir contanto segundo a segundo lo que va sudeciendo mientras se desarrolla cada tema. Es algo que tengo ganas de hacer hace tiempo y el blog es la excusa perfecta.
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